Cinco cosas que no debes decir a un amigo con cáncer.

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 1.     ¡Tienes que luchar! 

Cada vez que alguien dice esto le sale un nuevo tumor a un ratoncito en un laboratorio. Los enfermos no luchamos contra el cáncer. Luchan los médicos. Nosotros nos limitamos a ir al hospital, esperar nuestro turno para que nos pongan la quimio y no poner mala cara cuando el auxiliar pasa con el carrito diciendo: “¿De qué quieres el sandwich, de jamón york o de queso?” (Como lo oís: los sandwiches mixtos no han llegado a la Sanidad Pública Española) 

Cuando alguien dice ¡lucha! está depositando en las manos del paciente su curación. Y si está en manos de alguien, es de los médicos, y a veces ni eso. Porque, ¿acaso no luchó lo suficiente Bimba Bosé? ¿Acaso el hijo de la Obregón se rindió? Nosotros solo luchamos contra nuestros pensamientos, para que el miedo no nos devore. Bueno, en mi caso yo también lucho cada día para tragarme el brócoli crudo con cúrcuma, que al parecer tiene muchas propiedades antitumorales, que lo he leído en internet.

2.     ¡Sé positivo, que eso influye mucho en tu curación! 

¿En serio? ¿Que si un día estoy de bajona corro el riesgo de que se me extienda el cáncer? Joder, qué agobio. De verdad, sé muy bien que tengo que confiar en mi curación, si no, mi día a día sería básicamente insoportable, pero además de todas las cargas no puedo también obligarme a estar siempre “súper happy”, para que la quimio haga más efecto o algo así. Porque no, porque esto es una putada. Porque como dice una bloguera que sigo, el cáncer de mama no es rosa. Yo añado que es un puto marrón.

3.  El cáncer tiene un origen emocional: ¿has mirado a ver qué heridas tienes que sanar?

Sí, es tentador pensar que esto me ha salido por el estrés que han supuesto para mí: los problemillas con mi ex, la batalla judicial por la custodia del niño, la pandemia mundial, el confinamiento a solas con mi hijo y su injustísisisima papitis. Pero si el cáncer saliera por las cosas malas que te ocurren en la vida, ¿qué pasa con las esclavas sexuales que secuestró el ISIS? Pues no estarían llenas de traumas, estarían llenas de tumores. ¿Y la gente que está en la cárcel 24/7 encerrados en una celda minúscula? ¿Se mueren acaso de cáncer? No, es la cárcel, en todo caso mueren de aburrimiento. 

4. ¡Pobrecita, de verdad, qué pena, con lo joven y guapa eres…!

¡Sí a la empatía! ¡No al exceso de compasión! Sé que os doy pena, porque sois seres humanos y además me queréis, pero... ¡no se os puede notar!  Porque entonces me empiezo a dar pena a mí misma y me hundo. Quiero que os mováis en la fina línea que hay entre “el amigo que te escucha” y el coach. Porque es maravilloso desahogarse, pero también quiero oír que todo va a ir bien, que la ciencia lo tiene todo controlado y que me fije en el ejemplo de Dani Rovira, que no solo se ha curado en un santiamén, sino que ahora se le ve más sereno, más maduro y mejor persona. 

5. “No… es que no te quiero agobiar con lo mío, que es una tontería”.

A ver, ya sé que al lado de “lo mío” todo puede parecer trivial. Pero no me dejéis de contar vuestros problemas, por favor. Me van a quitar una teta: no me quitéis también la posibilidad de hacer lo que más me gusta en el mundo: daros super consejos de lo que tenéis que hacer con vuestra vida que luego yo no me aplico en la mía. ¿Que tu cita de Tinder te ha hecho un ghosting? ¡Cuéntamelo! ¿Que tu bebé está con los dientes y no te deja dormir? ¡Cuéntamelo! ¿Que tu chico nunca tiene ganas de hacer el amor? ¡Cuéntamelo! ¿Que sigues sin cobrar el ERTE? ¡Cuéntamelo! ¿Que estás cabreado porque Fernando Simón te parece un incompetente? No, eso no me lo cuentes, que para mí es majísimo, majísimo, majísimo.

En fin, amigas, no dejéis nunca de contarme vuestros problemas, dejadme que os dé consejos y hablemos también de libros, series, pelis, política y por supuesto, lo que está pasando con la herencia de Isabel Pantoja, que eso sí que es un drama.

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